miley no sabía que una semana pudiera pasar tan deprisa.
Había dedicado el tiempo a hacer lo imposible por escapar de las garras
de nick Papasakis, pero había sido en vano. Para agravar su desesperada situación,
había recibido un montón de facturas, entre ellas una abultada multa por
exceso de velocidad de su hermano,
exceso de velocidad de su hermano,
que sabía que él no podría pagar
Había pasado un fin dé semana espantoso tratando de encontrar una solución
para sus problemas, pero al final
para sus problemas, pero al final
había tenido que reconocer que estaba atrapada. Si el módico salario de
la librería de segunda mano en la que
la librería de segunda mano en la que
trabajaba apenas alcanzaba para pagar la multa de Kyle, era impensable que
pudiera hacerse cargo de un yate
pudiera hacerse cargo de un yate
de un millón y medio de dólares.
No obstante, cuando llegó a la librería el lunes por la mañana sufrió un golpe aún mayor.
Hugo McGill, su jefe, la miró por encima de las gafas y movió los bigotes
canosos con nerviosismo.
canosos con nerviosismo.
-miley, tengo una mala noticia.
A ella se le hizo un nudo en el estómago.
-¿Qué pasa? -preguntó, sin estar segura de querer saberlo. .
-Voy a vender el negocio.
Ella parpadeó aturdida.
-¿No te parece un poco precipitado?
-Sí Y no. Hace años que quería hacer un cambio, pero quería esperar hasta tener una buena oferta. He tenido una durante el fin de semana y, sinceramente, ha sido demasiado buena para rechazarla.
miley se sentó cuando cayó en la cuenta de su situación.
-Supongo que el nuevo propietario no piensa seguir con el negocio.
-No -dijo Hugo-. Van a demoler el edificio para construir un hotel.
-¿ Un hotel?
-De lujo -puntualizó, con cierto orgullo-. El frutero y el panadero también han vendido.
En sus veinticuatro años, miley jamás había sentido tanta furia. No necesitaba preguntar para saber quién estaba detrás de aquel repentino plan de reurbanización, pero tenía el perverso deseo de oír a su jefe pronunciar el nombre.
-¿Sabes quién lo ha comprado?
-Sí, el multimillonario griego nick Papasakis.
En el periódico del fin de semana ponía que le han hundido un barco. ¿Lo has visto?
-No -contestó ella, con la mirada esquiva-o No he tenido tiempo de leer los periódicos.
-Parece que la semana pasada le sabotearon un yate de lujo.
-¿Se sabe quién lo ha hecho?
-No directamente, pero comentó que tenía el
asunto bajo control. A decir verdad, siento pena por el responsable. No me gustaría tener a nick Papasakis de enemigo.
-Estoy segura de que son muchos los que estarían de acuerdo contigo.
-Da un poco de miedo -continuó Hugo-. Pero
¿quién se atrevería a desafiado con semejante fortuna? En cualquier caso, siento lo de tu trabajo. Has sido una buena empleada, miley. Te daré una buena carta de recomendación, y te llamaré si me entero de algo que pueda servirte. Sé que te estoy despidiendo sin preaviso, pero ya sabes cómo son los negocios.
Ella sonrió débilmente mientras se hundía en la silla. -Así es.
Durante las seis horas que le faltaban para anunciar su decisión, miley no dejó de mirar el reloj, y el corazón se le aceleraba con el correr de los minutos al . pensar en la llamada que tenía que hacer a las cinco de la tarde.
Cuando salió de la librería, buscó un teléfono público, pero todos los que veía estaban fuera de servicio. Se. detuvo en una esquina y se mordió las uñas mientras pensaba en lo que debía hacer. Al final, decidió que lo mejor era afrontar la situación. No iba a dejare un mensaje a la secretaria de nick, sino que iba a decírselo cara a cara.
Buscó la tarjeta para mirar la dirección, y respiró aliviada al comprobar que si se daba prisa podía llegar a tiempo andando.
Cuando llegó al imponente edificio, le faltaba el aliento y estaba sudando por los nervios. Se apartó un mechón de pelo de la cara y entró en el ascensor. Bajó en la planta de gerencia y se encontró con una mujer de mediana edad detrás del mostrador de recepción.
-¿Qué desea? -preguntó la mujer, con tono altanero.
-He venido a ver al señor Papasakis.
-¿Tiene cita?
-No; había quedado en llamado, pero en el último momento he decidido venir personalmente. Me llamo
miley Jones.
La mujer la miró de arriba abajo. -¿ Usted es la señorita Jones? -Así es.
miley la miró con orgullo. Sabía que su ropa
estaba pasada de moda y que sus zapatos eran viejos, pero también que no tenía por qué avergonzarse de su aspecto, aunque estuviera despeinada y sin maquillaje.
-Anunciaré su visita -dijo la mujer, pulsando un
botón del interfono.
-Gracias.
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