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sábado, 29 de octubre de 2011

niley- a su conveniencia- capitulo 6

-La espera -dijo la mujer, señalando el camino. miley llamó a la puerta con un golpe seco, -Adelante.
Abrió la puerta y lo vio sentado detrás de enorme escritorio. Él se levantó para darle la bienve­nida.
-Has sido muy puntual.
Ella avanzó hasta el escritorio sin decir palabra y lo miró a los ojos con determinación.
nick no pudo evitar sentirse levemente atraído. miley era enternecedoramente desafiante, tratando de aparentar que no estaba intimidada. En cierto modo, aquello lo intrigaba. Pocas de las mujeres con las que se había relacionado habrían dejado pasar la oportunidad de casarse con él, y para ella era como si le hubiera pe­dido que se lanzara de la pasarela a un mar lleno de tibu­rones.
-Siéntate, por favor -dijo, indicándole una silla.
    -Prefiero quedarme de pie.             .
-Como quieras -contestó él, volviendo a su asiento-. ¿Has decidido algo sobre mi propuesta?



    -Me sorprende que tengas el descaro de llamar «propuesta» a este chantaje.
    -Esa es una palabra muy fuerte. Te recuerdo que puedes irte y aceptar las consecuencias.
    Ella tensó la espalda ante la evidente amenaza y se enfrentó a él sin rodeos.
    -Pero te has encargado de que no pueda negarme,
¿verdad?
    -Supongo que te refieres a mis transacciones del fin de semana.
nick se echó hacia atrás y apoyó los pies en el escritorio. La despreocupación de la postura la enfure­ció.
    -Lo has hecho a propósito, ¿no es cierto? Para ha­cerme salir como a una rata por el desagüe.
    -No es la metáfora que habría elegido, pero su­pongo que lo define bastante bien.
-¡Eres absolutamente despreciable!
-¿Debo entender eso como un «no»?
miley apretó los puños en un esfuerzo por man­tener el control.
    -Me casaré contigo, nick Papasakis. Pero te prometo que haré que lo lamentes.
Él se puso en pie y caminó hacia ella. miley mantuvo su actitud decidida, aunque por dentro estaba temblando.
    -¿Tú y cuántos más? -preguntó él, tocándole la mejilla con un dedo.
    Ella apartó la cabeza y lo miró a los ojos.
    -Búrlate de mí todo lo que quieras, pero yo seré la última en reír.
    -Qué guapa te pones cuando te excitas.
    -¡No estoy excitada! -exclamó miley, dándole un pisotón-o ¡Estoy furiosa!


nick la tomó de los brazos y la sostuvo con delicadeza, pero firmemente.        
-¿Por qué no te lo tomas con humor? Serás la envi­dia de todas las solteras. Un marido rico y todas las chuchearías que quieras a cambio de unos pocos meses de tu tiempo. ¿Qué más podrías pedir?
-Podría pedir mucho más de un marido -replicó con frialdad-o Estar atada a un mujeriego sin princi­pios no es mi idea de la felicidad conyugal, y menos si la perspectiva es ser el hazmerreír cuando te vayas de juerga a mis espaldas.
    -No haré nada a tus espaldas. Ya te he informado las condiciones de nuestro acuerdo.
    -¡Tus normas desiguales me dan asco!
    -Sé que no son muy agradables, pero ése es el trato.
No puedo permitir que la gente comente que mi mujer      me engaña; nó esbueno para mi reputación.
    -No me puedo creer tu arrogancia.
    -Tampoco puedo permitir que mi mujer me llame de todo, ¿está claro?
Ella lo miró con gesto desafiante.
-No seré tu mujer mucho tiempo.

niley- a su conveniencia- capitulo 5


miley no sabía que una semana pudiera pasar tan deprisa.
Había dedicado el tiempo a hacer lo imposible por escapar de las garras
de nick Papasakis, pero había sido en vano. Para agravar su desesperada situación,
había recibido un montón de facturas, entre ellas una abultada multa por
 exceso de velocidad de su hermano,
que sabía que él no podría pagar
Había pasado un fin dé semana espantoso tratando de encontrar una solución 
para sus problemas, pero al final
había tenido que reconocer que estaba atrapada. Si el módico salario de
 la librería de segunda mano en la que
trabajaba apenas alcanzaba para pagar la multa de Kyle, era impensable que 
pudiera hacerse cargo de un yate
de un millón y medio de dólares.
No obstante, cuando llegó a la librería el lunes por la mañana sufrió un golpe aún mayor.
Hugo McGill, su jefe, la miró por encima de las gafas y movió los bigo­tes 
canosos con nerviosismo.
-miley, tengo una mala noticia.
A ella se le hizo un nudo en el estómago.
-¿Qué pasa? -preguntó, sin estar segura de querer saberlo. .
-Voy a vender el negocio.
Ella parpadeó aturdida.
-¿No te parece un poco precipitado?


-Sí Y no. Hace años que quería hacer un cambio, pero quería esperar hasta tener una buena oferta. He tenido una durante el fin de semana y, sinceramente, ha sido demasiado buena para rechazarla.
    miley se sentó cuando cayó en la cuenta de su situación.
    -Supongo que el nuevo propietario no piensa seguir con el negocio.
    -No -dijo Hugo-. Van a demoler el edificio para construir un hotel.
    -¿ Un hotel?
    -De lujo -puntualizó, con cierto orgullo-. El fru­tero y el panadero también han vendido.
En sus veinticuatro años, miley jamás había sentido tanta furia. No necesitaba preguntar para saber quién estaba detrás de aquel repentino plan de reurbanización, pero tenía el perverso deseo de oír a su jefe pronunciar el nombre.
-¿Sabes quién lo ha comprado?
-Sí, el multimillonario griego nick Papasakis.
En el periódico del fin de semana ponía que le han hundido un barco. ¿Lo has visto?
    -No -contestó ella, con la mirada esquiva-o No he tenido tiempo de leer los periódicos.
    -Parece que la semana pasada le sabotearon un yate de lujo.
    -¿Se sabe quién lo ha hecho?
    -No directamente, pero comentó que tenía el
asunto bajo control. A decir verdad, siento pena por el responsable. No me gustaría tener a nick Papa­sakis de enemigo.
    -Estoy segura de que son muchos los que estarían de acuerdo contigo.
    -Da un poco de miedo -continuó Hugo-. Pero
¿quién se atrevería a desafiado con semejante fortuna? En cualquier caso, siento lo de tu trabajo. Has sido una buena empleada, miley. Te daré una buena carta de recomendación, y te llamaré si me entero de algo que pueda servirte. Sé que te estoy despidiendo sin preaviso, pero ya sabes cómo son los negocios.
Ella sonrió débilmente mientras se hundía en la silla. -Así es.

Durante las seis horas que le faltaban para anunciar su decisión, miley no dejó de mirar el reloj, y el corazón se le aceleraba con el correr de los minutos al . pensar en la llamada que tenía que hacer a las cinco de la tarde.
Cuando salió de la librería, buscó un teléfono pú­blico, pero todos los que veía estaban fuera de servi­cio. Se. detuvo en una esquina y se mordió las uñas mientras pensaba en lo que debía hacer. Al final, deci­dió que lo mejor era afrontar la situación. No iba a dejare un mensaje a la secretaria de nick, sino que iba a decírselo cara a cara.
Buscó la tarjeta para mirar la dirección, y respiró aliviada al comprobar que si se daba prisa podía llegar a tiempo andando.
Cuando llegó al imponente edificio, le faltaba el aliento y estaba sudando por los nervios. Se apartó un mechón de pelo de la cara y entró en el ascensor. Bajó en la planta de gerencia y se encontró con una mujer de mediana edad detrás del mostrador de recepción.
      -¿Qué desea? -preguntó la mujer, con tono altanero.
      -He venido a ver al señor Papasakis.
      -¿Tiene cita?

niley- a su conveniencia- capitulo 4


miley cerró los ojos para apartar la imagen que conjuraban aquellas palabras.
 Su hermano era obstinado y caprichoso, pero no se merecía la cárcel, y ella haría todo cuanto estuviera en su
poder para impedido.
. -Necesito tiempo para pensarlo -respondió, apar­tando la mirada.
.. -Te doy una semana, nada más.
-¿Una semana?
Él asintió.
-Pero debes saber que seguiré todos tus movimien­tos, así que si 
planeabas escapar, olvídalo -se sacó una tarjeta
del bolsillo y se la dio-. Puedes llamarme a ese número cuando hayas tomado una decisión.
 Le diré a mi secretaria
que espero tu llamada el lunes a las cinco de la tarde.
A ella le habría gustado tener el valor de romper la tarjeta en pedazos, y 
de no haber sido por Kyle lo ha­bría hecho.
En cambio, cerró la palma de la mano alre­dedor del cartón,
 sintiendo que los bordes se le hun­dían en la piel como
 un instrumento de tortura. Levantó la vista y
 sintió un escalofrío al ver el brillo de autosuficiencia en aquellos ojos
 casi negros.
-Quiero suponer que tu barco no estaba debida­mente asegurado -dijo.
-Estaba muy bien asegurado. Pero ésta es mi forma  de 
obtener el mejor beneficio posible.
Ella sintió que se le revolvía el estómago al ver aquella mirada depredadora.
-Estás corriendo un riego muy grande; no sabes dónde puedo haber estado
 ni con quién.
A pesar de su actitud deliberadamente provocativa, 
miley no había estado tan cerca de un hombre
hasta que él había llegado a su piso.

-No me  interesan tus tendencias sexuales contestó
nick, con desdén-o No será un matrimonio durad­ero
d
-¿Va a ser temporal?
A él se le oscureció la mirada.                            
-Por supuesto. ¿No lo son todos los matrimonios?
-¿No te preocupa que me quede con tu dinero?
 En absoluto. Para cuando termine nuestro matrimonio,
serás muy consciente de lo que una acción así
podría con llevar.                                                
Ella alzó el rostro ante la amenaza velada detrás de aquellas palabras.
-¿Me das tu palabra de que sólo estaremos casados en teoría?
-Te aseguro que mis necesidades físicas están per­fectamente satisfechas.
No tengo el menor interés de perseguirte por los pasillos. Podrás dormir tranquila.
miley no pudo evitar que la afectara el rechazo de nick.
Aunque sabía que no tenía el cuerpo de una modelo, 
le dolía pensar que no tenía ningún atrac­tivo
 para el sexo opuesto.
-Imagino que tendré que hacer la vista gorda frente a tus actividades
 para mantener las apariencias,
 ¿ ver­dad?
-No sólo tendrás que hacer la vista gorda, sino ten­drás que hacer
 lo imposible por convencer a
 todo el mundo de que somos felices cuando estemos en pú­blico.
 Lo que, desde luego, significa que no gozarás
del' la misma libertad que yo.                                         
-¿Eso quiere decir que... ?
-Quiere decir que no podrás coquetear con
 nadie más mientras dure nuestro matrimonio.
-O sea que tú puedes mirar y tocar, pero yo no. -Exactamente.

-¡Eso es terrible!
-Así es el trato. Tómalo o déjalo.
Ella se moría de ganas de decirle lo que podía hacer con su prepotente propuesta, 
pero la imagen de su
her­mano esposado la hizo mantener la boca cerrada.
-No olvides que te estoy haciendo un gran favor, miley -añadió él-
o Un millón y medio de dólares
es una deuda demasiado grande para alguien como tú. 
De esta forma quedaría cancelada en poco tiempo,
tu hermano podría volver, y tú podrías marcharte con la conciencia tranquila, 
sabiendo que lo has salvado de
un destino que podría ser peor que la muerte.
-¿De cuánto tiempo estaríamos hablando? nick frunció la boca con aire pensativo. –
Cálculo que de unos seis meses. Si fuera más
 tiempo, empezarías a acostumbrarte al papel.

lunes, 24 de octubre de 2011

niley- a su conveniencia- capitulo 3

-No se te d   -No se te dan bien las evasivas.
nick volvió a meter la cadena en el bolsillo. -Podría ser de cualquiera –
insistió miley.
-De cualquiera cuyas iniciales sean KBJ. Por cierto, ¿qué significa la B?
-No es asunto tuyo.
-y ya que hablamos de nombres, ¿cómo te llamas? 
-Tampoco es asunto tuyo.
-Empieza a serio.
No le importaba la amenaza velada en el tono de
nick, pero sabía que no podía hacer nada para evitar que averiguara todo lo que quería
 saber y más.
  era consciente de su poder, y era algo que la hacía I sentir cada vez más incómoda.
 Después de un largo
 si­lencio, bajó la vista y murmuró:
-Me llamo miley.
-Miley -repitió él, provocándole un temblor  
involuntario con la dulzura de su voz-o Es perfecto
para tI..        I
nick retrocedió, y ella respiró aliviada. Tenía que reconocer que había un increíble aire
de autoridad en él.
 Imaginó que por su considerable fortuna estaría  acostumbrado a mandar.
Su altura y sus trajes costosos sólo
 eran un detalle añadido a aquella autoridad. 
La ropa elegante realzaba una figura musculosa que indicaba
 que le gustaba el deporte. Tenía el pecho ancho, la cintura estrecha y las piernas largas 
y fuertes; el pelo
 negro azabache, unos ojos inteligentes y astu­tos y una boca firme, 
pero con labios lo suficiente­mente
carnosos para insinuar una perturbadora sen­sualidad.
 La sombra de su mandíbula parecía indicar que necesitaba afeitarse más
 de una vez al día,
lo cual se sumaba
 al aura de inconfundible masculinidad que rezumaba por los poros.
Él sintió que lo estaba observando y se volvió para mirarla.
-miley Jones, te propongo un trato.
-¿Qué clase de trato? -preguntó ella, recelosa. nick dejó el libro en la mesita antes de con­testar.
                     -Como imaginarás, la pérdida de mi yate me ha su­puesto un gasto considerable.
-¿Qué gasto?
-Un millón y medio de dólares, para ser exactos. miley no pudo disimular su angustia.
-¡Oh, por Dios!
-He dicho lo mismo al enterarme. Tal vez con otras  palabras, pero...
Ella imaginaba qué tipo de palabras había usado. -No veo qué tiene que ver conmigo 
-dijo, tratando
de recomponerse.
                     -Tiene todo que ver contigo, y más si estás tan decidida a proteger a tu hermano.
. -¿Qué quieres decir?
                     Él la miró detenidamente.
                     -Ya que mientes para cubrir a Kyle, no tengo más  remedio que negociar
directamente contigo.

niley- a su conveniencia- capitulo 2

-Mira, Kyle, se me están agotando el dinero y la
paciencia. Ésta es tu última oportunidad. Si no la acep­tas, 
tendré que desentenderme.
 Pero te advierto que tendrás problemas.
-Está bien. Lo haré, pero porque tú quieres, 
no por­ que tenga miedo.
-Créeme, no hace falta que lo tengas. 
Yo estoy sufi­cientemente asustada por los dos.

miley acababa de llegar de despedir a su her­mano
 en el aeropuerto cuando sonó el timbre de su piso.
Sintió un nudo en el estómago cuando fue a abrir;
 el instinto la advertía de que no abriera.
Al ver la intimidante figura de nicholas 
Papasakis en el umbral se quedó muda.
Se preguntó cómo sabía dónde vivía y, 
sobre todo, qué sabía sobre lo que había 
hecho su hermano la noche
anterior.
-Supongo que es usted la señorita Jones.
-Así es. ¿Qué desea?
-Me gustaría hablar con su hermano.
miley parpadeó, encandilada por la oscura 
in­tensidad de aquellos ojos casi negros.
-En este momento no está.
-¿Y dónde está?
Las tres palabras sonaron afiladas como dagas. -La verdad 
es que no lo sé.
-No juegue conmigo -le advirtió nick-.
Tengo mi asunto que hablar con su hermano, y
 le con­vendría escucharme.
-Siento no poder ayudarlo.
Ella empezó a cerrar la puerta, pero antes de 
que pudiera hacerlo, él alargó una mano y empujó brusca­mente.
 miley retrocedió y se llevó una mano tem­blorosa al cuello. 
Él entró en el piso y cerró la puerta con una
delicadeza exagerada.
-No me gustaría que sus vecinos oyeran lo que tengo que decir -dijo
Ella dio otro pasó atrás.
-Preferiría que se fuera. Ahora mismo.
-¿Antes o después de llamar a la policía? nick sacó 
el teléfono móvil y empezó a macar.
 Maddison tragó saliva.
-Usted decide -añadió él, antes de marcar el último número.
Ella se mordió el labio.
-Tengo el teléfono del agente de la 
condicional de su hermano -afirmó nick-.
Tal vez le gustaría contarle lo que hizo anoche.
-Estuvo aquí conmigo -declaró ella, con un hilo de voz.
Él arqueó una ceja, escéptico.
-¿Espera que me lo crea? -Crea lo que quiera.                .
-Está jugando un juego peligroso. 
Tal vez no he sido lo bastante claro -dijo él, acercándose lentamente-.
No me iré de aquí sin saber dónde está su hermano.

-Entonces, espero que haya traído un cepillo de dientes, porque no 
tengo ninguno de repuesto.
A él le brillaron los ojos ante semejante muestra de carácter.      .           
 -¿Me está ofreciendo su cama? -preguntó, diver­tido.
--En absoluto. No es usted mi tipo.
nick apoyó una mano en la pared y le exa­minó la cara con detenimiento. 
miley contuvo la I respiración
cuando le tomó un mechón de pelo y lo enrolló entre los dedos hasta obligarla a dar un pequeño pasó hacia él.  
-Vamos a intentarlo una vez más -dijo él-o ¿Dónde está tu hermano?    .
miley se humedeció los labios y se estremeció I al verlo seguir el movimiento de su lengua con la mi­rada.
-Está... lejos... -balbuceó.                                
Él frunció el ceño.
-¿Dónde?
-En otra provincia.
-¿En cuál?
-No puedo decírselo.
-Me lo dirás, aunque tenga que obligarte.
-No te tengo miedo.
A nick le brillaron los ojos.
-¿No? Pues deberías. miley alzó la barbilla.        .
-Te advierto que no soy fácil de intimidar.
-Entonces tendré que ser muy creativo y encontrare  una manera de conseguir que te rindas
-replicó él, con una sonrisa
deliberadamente sensual-o Va a ser divertido, ¿no crees?           



Ella no se atrevió a contestar. El odio bullía en su interior hasta tal punto que estaba segura de que iba a
 estallar por el esfuerzo que estaba haciendo para mantener algo parecido al control. Sabía lo suficiente
sobre él como para saber que no iba a descansar hasta vengarse, pero no iba a permitir que le tocara un pelo a su
 ,hermano.
-¿No tienes nada que decir? -preguntó nick,
después de un largo y tenso silencio.
-Sal de mi piso. Eres despreciable -espetó.
-y tú, cómplice de un delincuente.-Mi hermano no es ningún delincuente –contestó ella, apretando los dientes.
-No te engañes. Tiene antecedentes'. Un golpe más y fuera... ¿O debería decir dentro? .
-No sé de qué hablas.
-Tal vez lo sepas cuándo te diga que tengo pruebas de las actividades delictivas de tu hermano.
 Ella lo miró nerviosa, incapaz de saber si trataba de embaucarla o hablaba en serio.
. -¿ Qué clase de pruebas? -preguntó.
-Pruebas que lo condenarían.
-No te creo.
-Anoche lo vieron en mi barco.
-¿ y qué?
-Ahora, mi barco está en el fondo de la bahía.
-Me cuesta creer que alguien sea responsable del . hundimiento de un barco sólo por haber puesto un pie en él
-replicó miley-. Y menos alguien con una  complexión tan pequeña como la de mi hermano.
. ¿Acaso tienes huellas dactilares?
 Él le sostuvo la mirada más de lo que. a ella le ha­bría gustado.
   -Estoy seguro de que sabes que es difícil encon­trar huellas en un barco que ha estado sumergido va­rias horas.
-Cuánto lo siento.
-y yo. Pero tu hermano tuvo la deferencia de de­jarme una tarjeta de visita.
nick se sacó algo del bolsillo de la camisa y se lo mostró. miley tragó saliva.
-¿Lo reconoces? -preguntó él.
Ella contempló la cadena de plata que le había rega­lado a Kyle en su decimoctavo cumpleaños.
-No -mintió. .
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perdon por la demora encerio lo siento ahora les pongo otro capi